"LOS SOCIALISTAS TAMBIÉN GANAN EN ESPAÑA POR LAS HUEVADAS QUE HACE LA DERECHA”
“En la literatura existe la jerarquía: no hay igualitarismo, y si lo hubiera sería pésimo. Cervantes no es lo mismo que el chico Molina”, señala Jorge Edwards, que acaba de ganar el premio Planeta-Casamérica 2008 por “La Casa de Dostoievsky”, una novela sobre un poeta que no es pero parece Enrique Lihn. La candidatura de Isabel Allende al Premio Nacional y una discusión entre Lihn y Neruda son comentados por Edwards, quien además da su diagnóstico de la política actual y del perfil moralista del Chile moderno: “En Zapallar la vida social se hace a la salida de la iglesia. Una buena parte de este país se ha puesto muy eclesial y la iglesia, con el tiempo, más conservadora. Somos como Irán en Medio Oriente”.
Por Tal Pinto Foto: Alejandro Olivares
En este Chile que se vanagloria de ser moderno, la píldora está prohibida, lo mismo el aborto y la marihuana estigmatizada constitucionalmente, ¿por qué cree que ocurre esto?
-Chile era un país bastante laico cuando yo era joven. Dominaban la vida práctica, por una parte, los viejos conservadores, y por otra, los radicales masones laicos; después sobrevino la crisis: allendismo, golpe de estado y pinochetismo sucesivamente, y muchas cosas comenzaron a extremarse.
¿Cómo así?
-La derecha se puso fascistoide, la izquierda estalinista, etc. Y después de esa crisis, la gente quiso seguridad en este país y la encontró, no siempre pero muchas veces, en la religión. El país se puso beato; antes no era beato, las mujeres chilenas, por ejemplo, eran bastante libres.
¿Sí?
-Ahora una argentina es más libre que una chilena. Ha habido toda una evolución que no es muy tangible. Se introdujo la noción del pecado y de la culpa en Chile. Le doy otro ejemplo. El otro día en un matrimonio fui el único tipo en toda la iglesia que no comulgó; fui a un funeral y me pasó lo mismo. Se ha producido una religiosidad practicante. En el pueblo de Zapallar, al que voy de vez en cuando –porque de niño fui y me gusta mucho- he visto que la vida social se hace a la salida de la iglesia. O sea, este país, o una buena parte de él, se ha puesto muy eclesial y la iglesia, con el tiempo, más conservadora. Todo esto confluye en este Chile, uno de los países más conservadores del mundo. Somos casi integristas; somos como Irán en Medio Oriente.
Un Irán ultramontano.
-Claro; ellos son el país más musulmán; nosotros el más católico. Tengo ganas de escribir unas memorias de infancia para dejar constancia del mundo de los jesuitas, el mundo de la vieja gente... Unas memorias quizá con algo de ficción y de tono más bien oscuro.
LIHN, RUMBA, RON.
Hablemos de esta novela, “La casa de Dostoievsky”. Asumamos que el poeta de la novela es Enrique Lihn…
-Pero no lo es, y le voy a decir porque no lo es.
A ver.
-Primero, porque Enrique Lihn no estuvo en el caso Padilla; estuve yo. Segundo, porque las mujeres de Enrique Lihn no fueron estas mujeres que aparecen en la novela. La Teresita de mi novela se puede parecer un poco a la Adriana Valdés, pero no es la Adriana, evidentemente. La Teresita sí que es mía, muy mía. Ahí está la mayor diferencia.
Entonces, ¿por qué provocar deliberadamente la confusión?
-Porque en toda novela hay referencias reales. Siempre un personaje novelesco arranca de personajes reales. Entonces, ¿por qué no usar el conocimiento que yo tengo de Enrique Lihn para construir un personaje de poeta? Es perfectamente legítimo.
Claro, ningún problema; lo que pasa es que la referencia es tan poderosa que a uno le cuesta pensar en un poeta que no sea Enrique Lihn.
-Sí, pero ese personaje también tiene algo de Jorge Teilllier. Y de mí mismo.
¿Qué cosas?
-Muchas cosas.
Dígame alguna.
-Están distribuidas en la novela, a veces disimuladas; episodios y personajes del mundo cubano que conocí yo y no Enrique, por ejemplo.
Bueno, entonces no asumamos que es Enrique Lihn.
-La ficción procede de esa manera.
Hay varios momentos en la novela en que usted se refiere al pasado con una especie de anhelo, cierta añoranza. ¿Sintió algo de nostalgia cuando se sentó a escribir esta novela?
-La nostalgia también interviene. Pero hay otras cosas. Lo primero, el deseo de contar una historia, eso es básico. Pero la añoranza existe, claro. Y sobre todo lo que hace uno, cuando cuenta una historia así, es que habla de un Santiago que desapareció o del que queda muy poco; unas huellas, apenas. Ese Parque Forestal de la novela no existe, esos boliches tampoco.
Es que llama la atención el mucho cariño con el que usted se refiere a ese Santiago, aun cuando sea mitad real y mitad inventado.
-Sí, es verdad. Describo Santiago de manera cariñosa, más que en mis primeras novelas. Y hay cierta nostalgia, evidentemente. Además, yo quise ser poeta, y no lo fui. Decidí, entonces, observar a los poetas, quienes hasta hoy me interesan. Tuve y tengo muchos amigos poetas, no sólo Neruda, sino también españoles, franceses, brasileros. Creo que me desquité, o compensé, mi frustración de no haber sido poeta escribiendo esta novela.
Ha escrito una novela que alude a hechos reales. ¿Llega la imaginación a rozar la complejidad de la realidad?
-Bueno, siempre se ha dicho que la realidad supera la imaginación, ¿no? Lo que pasa es que una novela es un producto literario donde tú aprovechas muchas cosas de la realidad e inventas otras. Esta no es una novela en clave. Sólo he usado un personaje real como punto de partida.
También hay una mirada distinta respecto a Cuba.
-Cierto, es una diferencia de tratamiento completa respecto a “Persona non grata”, que es un libro crítico, de confrontación, de análisis más áspero de la realidad política cubana. En cambio, en esta novela esa pasada de el Poeta por Cuba tiene mucho de mí… y aparece aquí la gracia de Cuba: la noche, las cantantes, los pianistas, las mulatas, el ron, el paisaje, la gracia natural popular cubana que ni Fidel Castro fue capaz de aplacar.
¿Siente que lo escribió de alguna manera para hacerle justicia o al menos contrapesar sus juicios más bien desfavorables en “Persona non grata”?
-No, en absoluto. Sí sentí que dentro de mi trabajo de escritor me faltaba ese lado. La poesía y la simpatía popular cubana.
¿Cómo ha recibido las críticas a su novela?
-Recibí una primera crítica en el suplemento cultural de “El Mundo”, y me dijeron que fue formidable, no te miento.
Y de las chilenas, ¿ha leído alguna?
-De la de Juan Manuel Vial me dijeron que fue pésima, que me sacó la cresta. Y Patricia Espinosa, que siempre me saca la cresta, me trató bien. Me dicen que Camilo Marks no me trató tan mal. Así que me estoy salvando. Pero, en realidad, no confío en nada de lo que me diga nadie.
“LOS VIAJES SON TERRIBLES PARA LOS PAPELES”
Para no irse más por las ramas, usted que tanto quiso ser poeta, ¿escribió poesía?
-Por supuesto. Escribí mucha poesía hasta que me pasé a la prosa. Incluso, ahora, de repente escribo un poema cada cierto tiempo.
¿Cómo se gestó la transformación de poeta a narrador?
-Yo leía mucha poesía y escribía siempre poemas a la manera de alguien, y eso me molestaba. Y cuando empecé a escribir prosa, sentí que había algo más personal en el estilo. Además, en eso influyó que todos eran contadores de historias en el mundo en que yo vivía: mi abuelo, la cocinera de la casa; en el colegio el padre Gana, que era un cura medio maricón, contaba historias de terror. Y así, muchos. Me dije, entonces, “vivo en un mundo lleno de historias, no tiene mucho sentido que trate de ser poeta a la fuerza”. Empecé a recoger historias que escuchaba, como es el caso de mi cuento “La desgracia”, donde un compañero da un examen de matemáticas y necesita ir al baño y el profesor lo deja si le entrega la prueba, y ante eso el alumno continuó y se cagó. Un gallo me contó eso, y yo seguí la historia, diciendo que tiró los calzoncillos por el escusado y tapó todas las cañerías del colegio y llegaron unos obreros a picar las baldosas hasta que aparecieron los calzoncillos de este gallo, que yo inventé que tenían un monograma en que la mamá, amorosa, le había puesto las iniciales al niño. Esa es la desgracia. Así, corrían miles de cuentos.
¿Tiene interés en publicar sus poemas?
-Hace no mucho tiempo se publicó uno en “Vuelta”, la revista de Octavio Paz. Se lo mandé, le gustó y lo publicó. Fue hace más de diez años. Nunca completé un poemario. Los poemas que escribí de chico desaparecieron. Escribí muchos cuentos y poemas de niño. Pensé en algún momento que las estructuras de algunos cuentos al menos estaban bien; pensé en reescribirlos, pero no encontré nada. Los viajes son terribles para los papeles. Las veces que he empacado, y desempacado, son muchas, y ahí se pierden la mitad de las cosas.
Como a Hemingway.
-Perdí una novela que realmente no quería publicar. Era descarada y repugnantemente faulkneriana, de un estilo muy pegajoso. Más adelante escribí un cuento de esa novela. También podría escribir un cuento sobre mi personaje poeta, yo poeta. Pero he pensado, ya en esta etapa de mi vida, escribir, como le dije, mis memorias de infancia, las memorias de un pasado profundo, donde queden reflejados mis primeros escarceos con la poesía y, naturalmente, las mujeres.
¿Estas memorias vendrían siendo el próximo libro de Edwards en las librerías?
-Tengo más proyectos de los que puedo hacer. Últimamente me sale muy caro escribir.
¿Por qué?
-Me he metido en un tipo de narrativa más histórica; para “El sueño de la historia”, por ejemplo, fui a Nápoles por mi cuenta siguiendo algunas pistas. Viajar no es nada barato. Ahora quiero escribir un cuento sobre la muerte de Montaigne, pero para eso tengo que viajar a Burdeos lo que, dicho sea de paso, tampoco es barato.
BOLAÑO, ZAMBRA, ALLENDE
Se cumplen pronto cinco años de la muerte de Bolaño. Si usted tuviera que organizar el canon de la literatura chilena, ¿dónde lo pondría?
-Dejemos de lado la poesía chilena; en la narrativa, ha habido algunos interesantes intentos de hacer novela de vanguardia. El primero fue Vicente Huidobro, con sus “Tres inmensas novelas”, que escribió con Hans Arp. Luego vienen Juan Emar, los surrealistas chilenos -los relatos de Teófilo Cid, Braulio Arenas y Eduardo Anguita-. Después viene mi generación que algo tiene de experimental, dada nuestra relación con el surrealismo. Por ejemplo, “El peso de la noche” comienza con una cita de André Breton…
¿Y Bolaño?
-Y yo creo que Bolaño continúa esa línea de la narrativa de vanguardia chilena, y la continua muy bien porque comienza de poeta. Escribe una novela de vanguardia que va por ahí. Lo veo en esa línea, pero dentro de la vanguardia es conservador.
¿Conservador?
-Porque no es tan extremo en su experimentación como Huidobro o Emar en sus novelas. Hace una buena síntesis, cuyo punto de partida es la poesía.
¿Qué opina de los escritores jóvenes chilenos?
-No los conozco a todos. Leí la novela de Roberto Brodsky, “Bosque quemado”. Me pareció interesante, me gustó. Quiero leer la novela nueva de la Alejandra Costamagna. A Zambra lo encuentro experimental, sintético, talentoso sin duda, tiene gracia, pero me quedo un poco con ganas al leerlo. Creo que le falta tiempo. Las novelas requieren tiempo, y requieren una cierta sabiduría de novelista. Del Rafa Gumucio me gustan sus “Memorias prematuras”.
¿Se merece Isabel Allende el Premio Nacional?
-El caso de la Isabel Allende es increíble. Es una tipa que vende 50 mil ejemplares en Islandia. En Is-lan-dia. Quizá la Sociedad de Fomento Fabril es quien debería entregarle un premio. O Prochile.
Pero, sin rodeos, ¿habría que dárselo?
-Pucha, fíjate que todavía no sé. Estuve en Brasil hace como un año, y la Nélida Piñon me dijo: “ustedes no le dan el premio a la Isabel Allende porque son machistas y porque es mujer”, y la Nélida es una novelista experimental. Además que todos los escritores le tenemos envidia: envidiamos sus derechos de autor. Lo curioso del caso es que ella nos tiene envidia a nosotros, porque quiere prestigio.
A propósito de controversias, en un ensayo de “La otra casa” dice que trató de conciliar a Neruda y a Lihn.
-Eso es verdad.
Claro, si lo cuenta en un ensayo y yo le creo… la pregunta es, ¿era tal el desprecio que sentían el uno por el otro?
-Era una falta absoluta de simpatía personal.
¿A Neruda le importaba Lihn?
-Me decía que Lihn, “tu amigo”, era un pesado, y Lihn no podía soportar a Neruda. Los junté en una comida para tratar de reconciliarlos. Las cosas no iba bien, pero tampoco demasiado mal, hasta que se plantea el tema de Acario Cotapos, y Lihn dice: “Acario Cotapos es un payaso”. Neruda montó en cólera, porque adoraba a Cotapos. “No has entendido nada (aquí Edwards imposta la voz gangosa y arrastrada de Neruda), Acario es nuestro Rabelais”. Ahí cagó Enrique Lihn.
¿Pero Neruda pescaba a Lihn, lo consideraba poeta?
-Sí, lo leyó, Neruda leía todo la poesía que le cayera en las manos, aunque de novelas nada, salvo las policiales. Cuando Skármeta dice que Neruda le dijo que su novela era muy interesante… ¡yo no sé cómo puede ser tan ingenuo Skármeta! Él conoció muy poco a Neruda, le entregó una novela y Neruda le dijo “vuelva dentro de un mes”. Skármeta, temblando de impaciencia, vuelve a la semana, y Neruda dice: “Sí, su novela es muy interesante, pero lo importante es la segunda novela”. No había leído ni una línea, huevón, y Skármeta le cuenta a todo el mundo que Neruda encontró su novela muy interesante. Bueno, la vanidad literaria no tiene límite. Yo creo que la literatura es maravillosa, la lectura interesante y la vida literaria tiene cosas ingratas, pesadas y fomes.
¿De qué tipo de ingratitudes habla?
-Bueno, lo que pasa es que yo he sido víctima de dos cosas en la vida literaria. Neruda me dijo que como yo era Edwards, era rico. Pero hay dos páginas de Edwards en la guía de teléfono y no van a ser todos ricos. Eso fue bien jodido. Cuando yo llegaba a los tugurios miserables me jodían todos, luego fue más simpático, y después se puso pesado de nuevo. A mi me acogió muy bien Teófilo Cid.
Parece que era buena onda el Téofilo.
-Sí, lo era. Luego hubo algunos problemas porque se combinó esta mitología, porque es una mitología, típicamente chilensis, con haber escrito “Persona non grata”. Y yo la cagué. “Persona non grata” la verdad es que me dio a conocer. En ese entonces me jodieron mucho, y ahora me dicen: “pucha que tuviste ojo”.
“¡NO ES HUEVÓN LONGUEIRA!”
“Hay un parecido entre España y Chile”, dice Edwards de repente, en medio de una digresión o de una interrupción telefónica.
¿Cuál?
-Los socialistas ganan en España por las huevadas que hace la derecha. La derecha ayuda a los socialistas, y los socialistas a la derecha. En Chile, si pierde Piñera es porque la Alianza lo hace perder. Ahora, yo creo que Longueira no es ningún huevón; él ha dicho que la pelea presidencial va a ser entre 1 y 3%, y que todo el problema consiste en que Piñera abarque algo hacia el centro. ¡Si no es huevón Longueira! ¿A quién tiene la Concertación si no a Ricardo Lagos? ¿Y cuál es la diferencia en lo humano, en lo personal, entre Piñera y Frei? Cero. Piñera es un empresario, Frei es otro. Piñera va a tratar de hacer cosas para los pobres. Es difícil imaginarse un gobierno de la derecha. Piñera va a tener cuidado, pero la derecha, esa gente, va a tener una soberbia…
Piñera, Frei, los mismos apellidos de siempre.
-Este es un país muy dinástico. Neruda es una estatua, y al mismo tiempo un gallo muy desprestigiado, injustamente a mi juicio. Casi tan desprestigiado como la Isabel Allende. Nadie recuerda que era de una lucidez política fantástica. Una vez me dijo a mí en la época de la UP: “Mira, la única solución política es la alianza de la UP con la DC. La otra solución es militar”. Y puta que tenía razón.
Pero él no podía decirlo públicamente.
-No pues, ahí estaba el problema, la orden de partido. Él era partidario de Gabriel Valdés. Cuando salió Allende, me dijo: “lo veo todo negro”.
Para terminar y en dos palabras, ¿cómo se define políticamente hoy?
-Ya no soy un tipo de socialismo real, sino una persona que piensa que hay cierta verdad en la socialdemocracia.
20080621
Jorge Edwards (1931), escritor:
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1 comentario:
pico pal JORGE
pico pal que lee la historia de 1 pedofilo
pico pal VIDAL
pico pal JESUS
pico pal los pokemones
pico pal marihuanero
pico pal POETA de morande
pico pal LHIN pionero comunista
pico pal LHIN pionero poeta
pero ninguna ofensa pal enrike lin persona,
porque es 1 hombre como to2.
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