20080502

Para defender la vida no es necesario ocultar la verdad


Por Aníbal Faundes, ginecólogo obstetra*


Cada vez que vuelvo de visita a Chile después de la recuperación paulatina de la democracia, tengo la sensación de que psicológicamente los chilenos todavía se sienten bajo una dictadura. Al discutir públicamente algunos temas más espinosos siempre hay alguien que dice: “¡Ah no! En Chile no se puede hablar de esas cosas!”.
“No se puede?”. ¿Por qué no se puede? ¿Alguien nos va a castigar como en el colegio si hablamos “de esas cosas”?
Claro, durante la dictadura efectivamente no se podía hablar de ciertas cosas porque si alguien nos denunciaba seríamos efectivamente castigados. Pero eso no ocurre en un régimen democrático donde, por el contrario, la discusión de todos los temas debe ser siempre estimulada, porque cuanto más ideas se exponen más probable es que lleguemos a la mejor decisión.
Me da la impresión que el castigo físico que se sufría durante la dictadura fue sustituido por un castigo “moral” (así, entre comillas) impuesto por la media oligopólica, que no acepta discutir “ciertos temas”. Lo peor es que los políticos parecen pensar y actuar de la misma manera. No se puede discutir sobre temas “valóricos”, neologismo que mi computador no quiere aceptar, pero que la sociedad chilena ha aceptado como si nada. ¡Qué cosa más antidemocrática que vetar la discusión de ciertos temas, sea en la media, sea en el parlamento o en el interior de los partidos políticos! Eso es censura previa, propia de los regímenes más autocráticos.



Felizmente, algunas personas más valientes y con mayor sentido cívico salen a público a defender determinados derechos ciudadanos, como el de tener acceso a la píldora de anticoncepción de emergencia. Cuando eso ocurre, se crea una barrera a que se conozca y se acepte la verdad científica. Se utilizan hipótesis -no evidencias científicas, apenas hipótesis- emitidas en el siglo pasado para continuar afirmando que la píldora de emergencia impide la implantación y por lo tanto es abortiva.
Un grupo de diputados, cuyos nombres deben ser recordados en la historia de Chile, solicitan que en base a esa hipótesis la píldora y hasta el DIU sean considerados “inconstitucionales”. No podemos olvidar que ese requerimiento sólo es posible porque la legislación chilena mantiene la reforma de la Constitución impuesta por Pinochet poco antes de dejar el poder y que, por lo tanto, no fue resultado de una decisión democráticamente adoptada por la sociedad chilena.
Lo que ha sido muy estimulante y me hace renacer las esperanzas de recuperar el Chile que viví hasta 1973, es la reacción ciudadana al anuncio de la resolución del Tribunal Constitucional de aceptar que la píldora efectivamente no puede ser distribuida por el sector público porque va contra la Constitución. El movimiento ciudadano contra esa absurda determinación ha cruzado fronteras políticas y sociales en una protesta multitudinaria contra la limitación de un derecho tan consagrado como el de decidir cuando embarazarse.
Todos se preguntan cómo Tribunal Constitucional pudo llegar a un fallo tan absurdo y parecía que a pesar de las protestas la decisión era inapelable. Sólo que por imposición democrática los fundamentos del fallo tenían que se conocidos públicamente.
Tal vez esperaban que nadie tuviera la paciencia de leer las centenas de páginas de la resolución. Felizmente, el profesor Horacio Croxatto y la profesora María Elena Ortiz lo leyeron y verificaron que para justificar su fallo, el TC tuvo que tergiversar las declaraciones de ambos, que están entre los científicos chilenos más respetados en el mundo entero, tanto por su aporte al conocimiento científico como por su honestidad absolutamente intachable. Estoy cierto que fue basado en ese prestigio que el propio El Mercurio publicó la carta de ambos en su edición del
23 de abril.
Al colocar con claridad la forma como el fallo tergiversaba sus declaraciones, mostraron cómo la resolución no fue determinada por un juicio exento de ideologías como se espera de ese tribunal en un ambiente democrático. Una de las frases finales de Croxatto y Ortiz expresan el sentimiento ciudadano mejor que mil discursos: “Para defender la vida no es necesario ocultar la verdad”.
Las protestas populares fundamentadas precisamente en ese concepto tan bien resumido por Croxatto y Ortiz, me hacen sentir que finalmente los chilenos se están liberando de la dictadura psicológica que los aplastó por tantos años y me parece la más auspiciosa señal de que finalmente estamos despertando del sopor de la dictadura y aspirando a una verdadera democracia.

*Chileno, autor del libro “El drama del aborto, en busca de un consenso” (Lom). Es profesor universitario y vive en Brasil desde 1973. Durante la UP fue parte de un equipo de médicos que realizó abortos legales en el Hospital Barros Luco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ojala que tengas razon Anibal en lo del ultimo parrafo, tambien soy optimista, sin embargo creo que la memoria de los chilenos es tan fragil, que el articulo publicado despues, de las gordas o maracas, tiene varios comentarios. Este que nos afecta en lo mas profundo de nuestra libertad de pensar, como se nos de la gana incluso de no pensar.... que tipo de familia queremos tener, y como incluso enfrentamos nuestra vida en la cama....tiene como comentario,... este el unico hasta ahora....increible no?
COMO MIENTE EL TRIBUNAl CONSTI-
TUCIONAL, USANDO EL NOMBRE DE DESTACADOS PROFESIONALES,
MUJERES, HOMBRES, CHILENOS PONGANSE LA PILAS!!!!!!!
A CAMBIAR EL SISTEMA BINOMINAL, POR VOTO POPULAR, INSCRIPCIÒN AUTOMATICA Y VOTO VOLUNTARIO!!!!!