¿sabí usted que hoy se reprime las manifestacione susando un decreto de Pinochet que nadie ha querido derogar?
Por Juan Pablo Hermosila*
no deja de llamar la atención el entusiasmo con que fueron reprimidos por la policía estudiantes secuandarios y profesores en días recientes. Fueron mojados, golpeados y detenidos por manifestar su desacuerdo con la LGE. Estamos tan acostumbrados a la represión violenta por parte del gobierno de ciertas manifestaciones de descontento, que ya no nos llama ls atención las imágenes en la televisión de jóvenes de 14 o 15 años siendo golpeados por la policía. Lo hemos asumido como un dogma: si uno quiere hacer uso de la libertad de expresión y del derecho de reunión para manifestarse contra algo, se debe pedir permiso a la autoridad. Si se manifiesta sin dicha autorización, se viene el infierno, con gases, chorros de agua y lumazos.
Es muy apropiado que la normativa vigente que regula el tema se el Derecho Supremo 1086 emitido por Augusto Pinochet en 1983. No hace mucho leía la opinión de Eugenio Raúl Zaffaroni (distinguido miembro de la Corte Suprema Argentina y respetado profesor de derecho penal) a favor de reconocer el derecho a expresar una opinión públicamente en contra de la autoridad, recordando lo obvio: si estamos en un régimen democrático, debemos tolerar la crítica, el debate y las consiguientes opiniones divergetes. Pero no, en este confín austral de la cristiandad, pretendemos ser percibidos como una democracia tolernte, pero nos disgusta la crítica pública, nos desordena y nos angustia. Por eso en un rincón de la institucionalidad, lejos de la mirada internacional, seguimos aplicando normas de Pinochet. ¿Por qué nos incomoda tanto la protesta social?
La regulación constitucional del tema (art. 19 Nº 12 de la Constitución Política de la República) es un fiel espejo del alma nacional. Consagra la libertad de expresión e inmeditamente en forma severa: usted puede expresrse, pero cuidado si ofende a alguien con sus opiniones y pensamientos, Ud. será sancionado. Imagínese que al regular el resto de los derechos hiciese lo mismo: Ud., ciudadano, tiene derecho a la vida, tiene derecho a vivir, pero si se hace el vivo y daña a alguien, lo voy a sancionar, o con la libertad de emprendimientos económico... sea empresario, pero si no lo hace responsablemente, lo voy a sancionar. La Constitución sería un sinfín de amenazas, más que un marco fundcional de derechos y reglas. Pero a nadie llama la atención que el Estado amenace a los ciudadanos al establecer el derecho a opinar y criticar, al contrario, más bien prima un cierto beneplácito.
Sin embargo, no siempre fue así. tuvimos una época de mayor esplendor al menos con la poesía. Con Huidobro y Juan Emar, con Pablo de Rokha e incluso con Neruda. Eran deslenguados e irreverentes y tendín a ser personas que decían lo que pensaban. No sólo opinaban, publicaba sus opiniones, por ácidas y desagradables que fueran pra algunos. Hoy nos recuerda a aquellos patriarcas de la libertad de expresión Armando Uribe. Su carta abierta a Agustín Edwards es un testimonio a una época que ya pasó.
Esta baja actividad expresiva que nos corroe, disminuye nuestra comunicación a todo nivel. No sólo andamos pobres en lo intelectual, sino que también en lo económico. Faltan ideas de emprendimiento, falta imaginción. En el ámbito político, sólo se comentan encuestas, ya no se debten proyectos ni conceptos. Para que salen a revolver chiquillos y sus profesores si en el Ministerio de Educación hay encuestas sobre la LGE, claritas, con gráficos y todo. No requieren más mitines, sittings, marchas, aglomeraciones o mnifestaciones de ninguna especie, sólo logran armar puros boches y crear molestias a los ciudadanos que quieren vivir tranquilos.
El Derecho Supremo 1086 que hoy se aplica a los estudiantes secundarios, manda a que los ciudadanos que quieran manifestar sus opiniones en espacios públicos deban pedir permiso al Intendente respectivo con 48 horas de anticipación... y prohibe manifestarse sin permiso de la autoridad. Puede ser que me esté poniendo viejo y sentimental y por eso me aferre a los recuerdos de la época en que se defendía la libertad de expresión y de reunión y se luchaba contra la dictdura, pero recuerdo clarito que todos estábamos por derogar la institucionalidad de la époc en esta materia por antidemocrática. Quién diría que después de tantos años, este modesto y ajado decreto seguiría protegiendo nuestra democracia.
*Penalista
20080627
A palos con la libertad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario