20080621

Marcelo Alonso y la efervescencia por la muerte del general:

“Me da miedo lo que se dio con Bernales. Lo encuentro peligroso”



Marcelo Alonso (38) es actor y director de teatro. Pero partió estudiando Medicina en la Universidad de Chile, luego Derecho y al final teatro. Hizo una larga carrera en las
tablas antes de entrar a las teleseries. Acaba de terminar de protagonizar la obra
“Partido”, dirigida por Cristián Plana, donde le tocó interpretar a un carabinero que llega a su casa destrozado después de reprimir a estudiantes en la calle y se instala a ver tele y tomar cerveza. En esta semana teñida de verde, Alonso mira preocupado como los chilenos se están relacionando relacionado con el orden y la represión.

Por Carla Celis • fotos: Alejandro Olivares



¿Cómo nace la idea de hacer “Partido”?

-La obra está dirigida por Cristián Plana, uno de los directores jóvenes más importantes del recambio nacional. Él fue alumno mío en el Club de Teatro y un día, haciendo clases, me acuerdo que vimos una escena de la revolución pingüina donde un carabinero agarra de las mechas a una niña de doce años que va corriendo por una vereda. Era una imagen impresionante, él viene corriendo y ¡ta! ¡La toma del pelo y la arrastra! La niña patalea y él la arrastra hasta meterla en uno de estos buses verdes espantosos. A los dos nos afectó la imagen. A Cristián, tal vez por ver por primera vez esa brutalidad. Y a mí porque fue volver atrás. Para mí siempre los carabineros habían sido un elemento blindado, de verde, sin nombre, homogenizado por esta estructura semifascista que son los grupos de represión ciudadana. Pero al ver esas imágenes por primera vez pensé que ese carabinero estaba agarrando de las mechas a su hija. Dije: “probablemente él tiene hijas de la misma edad, en los mismos colegios públicos” y ahí se desató todo. Ese carabinero pertenece a la clase popular, no creo que haya sido un oficial que viva en La Dehesa. Y él reprime a su hija públicamente y de una manera ¡feroz!

¿Y luego?

-Luego Cristián tuvo la genialidad de encontrar una obra de Thomas Bernhard, que habla de un policía que venía de reprimir en la calle y llega a su casa. Lo encontré una joya, porque nos permitía acceder al espacio íntimo del carabinero. Porque si esa niña es marginal, creo que el más marginal de todos es al final ese carabinero. Y me di cuenta que si hay lugares en la vida en lo que uno no quisiera estar, es en ése. ¿Cuántas opciones tuvo ese carabinero que arrastraba y pateaba a esa niña? Pocas, porque creo que él es una persona que sabe del amor, sabe del afecto, sabe querer a su hija. ¡Qué pocas oportunidades hay que tener en la vida para estar en ese puto lugar! ¡Y ganarte la vida en ese puto lugar! Porque el carabinero que me tocó a mí el año 82, 83 y después el 88 y el 92, estaban en lugares teñidos muy políticamente, y ese piedrazo que iba y la bomba lacrimógena que volvía, o la carrera y el palo, estaban muy señalados políticamente. Pero en el 2006, ¿cuál es la señal política? Al menos el carabinero no está sustentado ideológicamente. El escolar sí, porque está peleando por la LOCE, por su vida, por su futuro. Pero lo que se le contrapone no tiene ideología. Y eso lo encontré más feroz todavía: el estar parado en ese lugar, sin ideología, lo encontré una crueldad feroz con ese ser humano. Más allá de que no comparta la ideología que paraba a los carabineros en 1982. Creo que ese es el tremendo valor de “Partido”: meterse en un margen bastante indecente políticamente, porque uno generalmente tiende a tachar y dice “los cylones” y punto. Pero ahí hay un espacio de este país que no está protegido.

¿Y qué te pareció todo este fenómeno que se dio con la muerte del general Bernales?

-No comprendo bien este fenómeno. O sea, puedo entender la reacción de la gente que ha trabajado con él, de sus familiares, pero esta cosa del “general del pueblo”, esta histeria colectiva, esta transmisión en directo, esta cadena nacional para transmitir el funeral... ¡Me dan miedo esas cosas! Lo encuentro tremendo, peligroso.

¿Por qué el chileno se identifica con los carabineros ahora?

-No sé qué pasa ahí. Me parece raro, teniendo en cuenta el pasado tan extraño que hemos tenido. Y lo que me llama más la atención es la efervesencia comunicacional... La radio Cooperativa transmitiendo en directo. Si nadie niega que pudo haber sido una buena persona, pero no sé, es raro eso. Murió la Ana González y no hubo algo así, no hubo red nacional y me parece que, humildemente, Ana González era un ser infinitamente más popular; no sé si uno es mejor persona que otro, pero en términos de resonancia nacional es extraño. Murió Andrés Pérez y no hubo cadena nacional ni nada.

¿Qué te pasa a ti con Bernales?

-No, absolutamente nada. Yo lo que recuerdo de Bernales es que dijo: “cuando se mata a un carabinero de Chile, se mata un pedazo del alma nacional”. Es fuerte esa frase, porque cuando se muere cualquier chileno se muere un pedazo del alma nacional, no sólo un carabinero. Pero Carabineros está dando vueltas fuerte en los medios, tú ves el programa de Megavisión, el reality de ellos, y tiene 26 puntos de rating. Eso me llama fuertemente la atención, es curioso.

¿A qué lo atribuyes?

-No sé tal vez a una necesidad de sentirse seguros. La gente de repente ve las catástrofes para sentirse segura, para sentirse cómoda en su casa o algo por el estilo.

¿Y cómo ves lo que pasa ahora con los estudiantes?

-Creo que es uno de los movimientos sociales más potentes que se han generado. Con más sentido común, porque es un cabro que dice: me estoy jugando mi vida en la educación de mierda que me da este país. Con todo lo que ha desatado la cosa de las subvenciones, la gran cagada de Provoste, con todo eso, me parece espectacular. Eso es lo que le pasó a todo Chile: ver a estos cabros de 14 años con un discurso impecable, casi todos del Instituto, no sé po, fue maravilloso. Creo que ése es el sentido común que debe ser escuchado. Igualdad de oportunidades, igualdad de educación fundamentalmente.

LIBERALES

¿Qué te parece el gobierno de Bachelet?

-Quizá la cantidad de manifestaciones que ha habido, es porque en el gobierno de Bachelet, de una u otra forma, se han abierto los espacios. La gente se siente con derecho a manifestarse, a opinar. A mí me gusta. En general es un buen gobierno. Lo que hicieron con los jardines infantiles es muy bueno, me emocionó mucho. La Presidenta es pediatra y ha sido una inversión maravillosa lo que ha hecho. Es espectacular contener a los niños en esa etapa, porque de los cero a los cuatro años se arma la estructura del conocimiento; la afectividad es un lugar fundamental para hablar realmente de igualdad. No es muy popular en términos políticos, alguno podría decir que gobierna pa cabros que no pueden manifestar si están de acuerdo o no, pero me parece que es atender a lugares fundamentales. El lugar de los jubilados, también. Me parece bueno.

¿Y qué te pareció la pelea por la píldora del día después?

-Este país tiene todas las discusiones desfasadas. Chile no debería discutir sobre la pastilla del día después, Chile debería discutir acerca del aborto y legalizarlo. La píldora es un derecho ciudadano. ¿Quién se puede meter en la cama o en el botiquín de cada hueón de Chile? Nadie. El tema acá es el aborto y creo que lo va a ser el próximo año. ¡Hasta cuándo! Es un derecho que tiene no sólo la mujer -se centra en ella, claro-, también es un derecho del hombre. No se atreven a debatir del aborto y entonces paran esta hueá con el tema de la pastilla. ¿Qué es esa hueá? ¿Por qué Chile no se mete en las discusiones que debiera? Tanto miedo que tenemos de vivir, somos un país aterrado. Estamos en un sistema neoliberal. ¡Neoliberal, poh hueón! Asuman por lo que votamos. Ser liberales económicamente y cartuchos, ¡no soporto esa hueá! Eutanasia, aborto, esas son las grandes discusiones. ¡País moral! No legislan, moralizan. Es muy rara esa hueá de que alguien me diga lo que tengo que hacer.

Y ahora la marihuana como droga dura...

-¡Que la gente se fume los pitos que quiera! La hueá de la marihuana es una estupidez, pero ¡cómo no se dan cuenta! No gobiernan para su gente, no son capaces de capturar el pulso de lo que pasa. Hay que darle libertad a la gente, no contenerla. La marihuana no es un tema, estamos con discusiones de 40 años atrás. La gente que consuma lo que se le pare la raja. ¿Por qué me cuidan tanto? ¿Por qué nos cuidan tanto? Son legisladores paternalistas, piensan que están gobernando un país de deficientes mentales, a los que hay que decirles que tienen que cuidarse, que hay que limpiarles el culo. Es absurdo.

DOCTOR ALONSO

Antes estudiaste medicina. ¿Cómo terminaste de actor?

-Ese viaje no es tan raro. Llegué a medicina porque pertenezco a la clase media de este país, una clase especial, súper desdibujada ideológicamente y, como buen clase media, estudié en el Instituto Nacional. Un colegio súper exigente. La insignia del Instituto dice “Labor Omnia Vincit”, “La labor todo lo vence”. Fui un súper buen estudiante, me fue bien en la PAA y entré no más.

¿Siempre pensaste estudiar medicina?

-Es más duro que eso. Estudié Medicina porque la clase media siempre necesita carreras acorde a sus necesidades. La clase media es un espacio súper aspiracional, y por lo tanto elige carreras que la puedan promover socialmente. Pero, por la formación de mi hogar, tuve un desencuentro en Medicina y necesité una carrera diferente. Intenté estudiar Derecho, en la Chile también, y tampoco encontré nada ahí. Finalmente estudié Teatro, otra vez en la Chile, porque tenía una inquietud tremenda, que no tenía nombre. Con el tiempo veo que el salto no es tan raro entre Medicina y Teatro, hay un lugar común que es el cuerpo. Los primeros años de Medicina, cuando me enfrenté a un cuerpo sobre una mesa, fue una experiencia estremecedora. Una clase de anatomía es una enorme explicación acerca del cuerpo humano, cómo se despliega y cómo se lo nombra. Y el teatro para mí ha sido lo mismo.

¿Hubo algún actor que influyera en tu decisión?

-No, no entré admirando a nadie. No conocía mucho, veía poco teatro. Lo que realmente me impactó fue el actor arriba de un escenario. Me acuerdo haber entrado al teatro Antonio Varas, el Teatro Nacional Chileno, cuando no estaba estudiando teatro todavía; andaba por ahí, vagando por las galerías del centro y encontré la entrada al teatro, que es como con dorado. No sabía si era un teatro o una boite, jaja. Había un señor que hacía entrar gente y me metí y vi esas butacas rojas maravillosas y estaba repleto. Me senté en una escalera y empecé a ver “Marat Sade”, dirigida por Fernando González. La obra era maravillosa, la gente bailaba, cantaba, era de una energía impresionante. Y después cuando vino el momento del saludo -no quiero que se confunda con que me alucinó el saludo del teatro y estudié para que me aplaudieran-, se apagó a luz y aparecieron los actores, y la gente aplaudió, pateaba el piso, se movía todo. Ese fue uno de los grandes espectáculos post dictadura, donde se habló de todo, había gente en pelota, se habló de política, de Napoleón, de Hitler, de Pinochet. Y cuando apareció un señor canoso, con los pelos parados, Fernando González, ahí el teatro se vino abajo. Me di cuenta que había un oficio impresionante que era el de exponer ideas, exponer tu cuerpo frente a la gente y que la gente respondía a eso. Descubrí el agradecimiento y, sobre todo, vi que la gente, igual que yo, porque también estaba aplaudiendo y pateando el piso, tenía una necesidad fundamental de mirar obras, eventos artísticos que contribuyesen al alma. Para mí eso fue lo más importante y de ahí empecé a ver obras, conocí actores y di la prueba especial en la Chile sin haber actuado nunca.

¿Y cómo llegaste a la televisión?

-Mi viaje fue bien largo. Estudié teatro y luego hice mucho, mucho teatro, con Alfredo Castro, con Ramón Grifero. Me gusta mucho actuar frente a la gente y romper la conectividad diaria, el bullicio, la enajenación de la comunicación, sacarte y dejarte en silencio. Eso es maravilloso. Pero la tele es un lugar bueno en términos económicos y también tiene un lado súper importante, que es ejercer tu oficio permanentemente, porque estás actuando desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde y después te vas a ensayar para una obra. Estás siempre en ejercicio.

¿Y qué te parece que algunos actores jóvenes renieguen de la televisión?

-Que está bien. A la televisión hay que entrar claro, hay que saber qué es lo que uno quiere ser allí, hasta dónde quieres llegar. Soy profe y creo que una de las recomendaciones que siempre he dado es ésa: que no hay que entrar a los 21 años a la televisión, hay que hacerlo cuando has entendido tu posición frente al oficio. Si no, es fácil perderse.

¿Ves tele?

-Sí. Es un buen ejercicio para mirar el país. Veo tele, la disfruto. Todos los programas te hablan del país, de cómo se está comprendiendo y cómo no se quiere comprender, también. Las teleseries las veo poco, por tiempo en realidad, pero son un espacio que debería ser súper ágil respecto a su audiencia, y creo que en este momento no están escuchando al televidente que ellos mismos han formado, deberían conectarse a la realidad. Me da lata cuando se despegan de la realidad, porque el trabajo del actor cae en el vacío. No es que pretenda hacer un clase de historia en una teleserie, pero es dar un mirada. Deberían ser más simples, creo, menos trucos, más agudas. De todas maneras para mí, cada uno de los lugares de la teatralidad donde he podido ejercer algunos papeles que he tenido en cine incluidos, son maravillosos.

¿Estás trabajando en algún proyecto?

-Ahora estoy en ensayos con Alfredo de una obra que se llama “El Roble”, de Tim Croush, un inglés, que tiene un formato maravilloso, porque ponte que hagamos veinte funciones, y en cada una de las veinte funciones viene un actor distinto. La gracia es que ese actor no sabe de qué se trata la obra, él llega una hora antes que empiece y se entrega a este espectáculo. Es el vértigo puro, la representación en el estado puro. La primera clase de actuación que a uno le dan habla del sentido adánico del actor, que significa que el actor nunca sabe lo que viene y uno debe actuar desde allí, no sabiendo lo que viene. Sólo entrégate y disfruta del espectáculo. La gracia es que son veinte funciones realmente distintas. Es una obra impresionantemente bella, vertiginosa, peligrosa, porque el espectáculo puede fracasar en una función y en otro puede ser una hueá espectacular. Y jugar con ese vértigo es maravilloso.

1 comentario:

susana dijo...

muy buena, de la realidad, como nunca debe de olvidarse, y me encanta es un super actor, sigo sus novelas y no sus obras teatreales ya que soy de concepcion, pero si me encantaria verlas, debe de ser una persona demaciado aterrisada, me encanta, y un beso muy grande para el , y mucha suerte en todo lo que se proponga. un beso
byebyebye.....