20080624

La Rebelión de los Pingüinos

Por Simón Bergman*

En el 2006 los estudiantes secundarios se rebelaron y pusieron las instituciones de educación patas arriba. El resto de la sociedad, incluidos los apoderados, quedaron atónitos, obnubilados, frente a un movimiento que hacía temblar los cimientos de una sociedad acostumbrada al autoritarismo. Bachelet había ofrecido participar, opinar, hacer política con la gente. Los estudiantes no dudaron que ese era su momento.



Como un ciudadano cualquiera, por esos días yo me devanaba los sesos, pensando cuál era la próxima pega que llegaría. Sentía angustiosamente que era el momento de convencer a mis amigos de que trabajaran gratis en una película. Tenía una pila de formularios de Fondos de Fomento frente a mí. Los miré una vez más, sentí nauseas, tiritones y arcadas. Y de un portazo me encontré en la calle, caminando sin rumbo. Al cabo de unas cuadras, el intelecto me sugirió Biblioteca Nacional.

Al llegar allí, en vez de páginas de libros dormidos, me envolvieron los humos de las lacrimógenas. Vi a una joven escolar, comandando a un grupo de pendejos, para que se organizaran contra el ataque de carabineros. La alegría fluía a borbotones, y me puse a correr con los estudiantes. Cagado de la risa. ¡Esto era sentirse vivo! Volví a tener como 18 años de un minuto para otro.

Esa misma noche me dormí presa de un estrés espasmódico. Las 111 historias que había escrito desde que llegué a Chile se mezclaron con imágenes de carretes, persecuciones, profesores hablando huevadas, pacos pegándome y los gritos de las putas que vivían bajo mi casa. A la mañana siguiente ya sabía qué hacer. Iba a filmar una película que se llamaría “La Rebelión de los Pingüinos” y que ahora se exhibe en el Cine Arte Alameda, bastión del cine independiente.

Mientras hacía el casting de la película, las movilizaciones se masificaron. La sociedad estaba de acuerdo, pero poco a poco fue imponiéndose la idea de que vivamos en un estado de CAOS provocado por una presidenta sin pantalones. Por eso la represión policial demoró en irrumpir en los colegios y desalojarlos. Los pingüinos, únicos hijos de la democracia, manejaban otras reglas sociales, se expresaban con una soltura nunca antes vista. Daban una lección sobre las posibilidades de la autodeterminación. Para los demás chilenos, el fantasma de Pinochet aún sobrevolaba la ciudad. Vi las cabezas de tantos chilenos podridas por el miedo. Miedo a los pacos, miedo a la autoridad, miedo a que me caguen, miedo a perder la pega, a que te den con la puerta en la cara si exiges tus derechos.

Después de eso, el 2006, quisieron hacernos huevones con la comisión de educación, el típico subterfugio usado para levantar una fachada de participación, para finalmente hacer lo que para ciertos poderes es más conveniente. Chile es una gran torta que siempre se la quieren comer los winner. En el caso de la educación, los rotos con plata tienen miedo que los rotos sin plata sean más brillantes intelectual y laboralmente.

Los estudiantes lograron resistir los embates, y hoy todos los que no tienen intereses creados apoyan un cambio urgente. Los estudiantes están poniendo las bases de una nueva sociedad, en la que el poder de los políticos se somete a la ciudadanía, no al revés. Hoy, cuando la aprobación de la LGE es inminente, el problema es más de fondo: los estudiantes no están ni ahí con la explotación que impone el neoliberalismo. Y somos muchos los que no estamos ni ahí con encarecer el aparato burocrático para fiscalizar la actividad privada, ni con financiar a sostenedores de colegios. La lucha de los estudiantes, es ahora una lucha contra la base del sistema. Y esa lucha está mucho más complicada.

* Director documental La Rebelión de los Pingüinos

1 comentario:

Anónimo dijo...

existe otro largometraje sobre el movimiento : "La REVOLUCIÓN de los pingüinos" que es super bueno.
Está actualamente en el Centro Arte Alameda