20080425

Claudia Sepúlveda y el documental sobre los cisnes muertos en Valdivia:



“La falta de sensibilidad de Lagos fue impresionante”

Una película sobre miles de aves muertas, y también sobre cómo la democracia está fallándole a sus ciudadanos.

Por J.A.G.


Durante los últimos cuatro años Claudia Sepúlveda se ha dedicado a tratar de impedir la muerte de los cisnes de Valdivia. Forma parte del grupo fundador de Acción por los Cisnes, movimiento espontáneo y masivo que logró que todo Chile supiera que Celco, gigantesca celulosa del grupo Angelini estaba envenenado el río Cruces.
Esta película -que circuló con The Clinic en el número anterior - es parte de la pelea que ha dado este grupo y muestra como en 4 años una población de 8 mil cisnes bajó a cerca de 300. Pero no se detiene ahí. El trabajo de Claudia también es un registro sobre el delicado momento por el que pasa nuestra democracia. Aquí los papeles mas lamentables corren por cuenta de nuestras autoridades que hablan de derechos y participación, mientras dan la espalda a un movimiento ciudadano que contaba con buenos argumentos de su parte.
Claudia recuerda que la tragedia partió con el rumor de que se estaban muriendo los cisnes. Todos hablaban de eso en Valdivia, pero nadie lo podía confirmar. Hasta que una delegación llegó hasta el humedal del Río Cruces y filmó cientos de aves muertas.
Claudia recuerda que las imágenes salieron por televisión e impactaron a los valdivianos.

-Primero salieron a la calle los niños de jardín, con máscaras de cisnes. Y a la semana siguiente estábamos los adultos, autoconvocados. Ahí se armó el movimiento. En su mejor momento llegamos a sacar a la calle unas 4 mil personas, lo que para Valdivia es muchísimo.

¿Cómo hicieron para que la gente se mantuviera activa durante 3 años? En Santiago la movilización a favor de la píldora del día después reunió 15 mil personas, pero se diluyó de inmediato...

-Creo que se juntaron muchas cosas. Hubo gente que llegó por sus niños que estaban conmovidos por la muerte de los cisnes. Otros se sumaron porque veían en la muerte de las aves una señal de que algo más grave estaba pasando y que había que salir a defender nuestro territorio. Y pasó otra cosa también; nuestras denuncias se toparon con la indiferencia de la autoridad. Y nos dimos cuenta de que estábamos desprotegidos, que no era cosa de llegar y avisar para que la autoridad reaccionara, como inocentemente pensábamos muchos. ¡Fue todo al revés! Desde el inicio la preocupación central era tratar de exculpar a Celco. Yo creo que mucha gente se movió porque se dio cuenta que nadie nos iba a salvar. Que dependía de nosotros. Esa sensación alimentó mucho al movimiento.

Hoy Celco sigue funcionando y los cisnes continúan muriendo. ¿Qué crees que piensan los valdivianos de la democracia?

-Yo también me hago esa pregunta. Porque la autoridad tuvo y sigue teniendo un comportamiento espantoso. O sea, en enero de este año el nuevo Intendente -que en cuando partimos la movilización era concejal y asistía a nuestras actividades- autorizó a la planta a seguir produciendo al 100 por ciento. Entonces tenemos que la autoridad permite a una empresa botar al río compuestos que nunca fueron evaluados (porque la empresa nunca los declaró) y que además son los compuestos que causaron el desastre según el estudio de la universidad Austral... Y cuando un grupo de ciudadanos levanta su voz, para exigir que se cumpla la ley, termina siendo aplastado... Por otra parte, la empresa termina imponiendo su poder a través de la cooptación, y el dinero y eso genera una corrupción moral y al final todo el mundo termina recibiendo plata de Celco y, por lo tanto, perdiendo su capacidad de ser crítico. Creo que todo eso es muy grave para la democracia.

Ahora hay elecciones municipales, y presidenciales en el otro año...

-La gente no está ni ahí. Pienso que a través de Valdivia puedes ver la crisis que tiene nuestro sistema político. Nosotros tenemos dos senadores que son casi designados: Frei y Allamand, a los cuales no tenemos cómo pedirles cuenta. Y la sensación es que la política es hoy un universo paralelo, una clase aparte, ensimismada, que discute cuáles van a ser sus candidatos y cómo se van a repartir la torta de las municipales. Y nosotros tenemos que escuchar eso, en la tele, en la radio... Yo creo que los políticos, sobre todo los de la Concertación, nunca entendieron lo que estaba en juego.

¿Qué estaba en juego?

-No solo los cisnes, sino toda una propuesta de cómo incorporar a la ciudadanía. Porque si ellos hubieran hecho lo que tenían que hacer, si hubieran cumplido con la ley, habrían tenido a miles de personas en las calles apoyándolos. Nosotros nos imaginábamos algo parecido a lo que pasó después del terremoto del 60, cuando el lago Riñihue empezó a juntar agua porque se tapó su salida. Vadivia corría el riesgo de ser arrasada por un alud y cientos de personas fueron con pala a hacerle una salida al lago, a drenar. Fue una hazaña histórica, que habla de la capacidad de coordinar esfuerzos, de creer que se pude hacer algo juntos. Estábamos convencidos de que podíamos recuperar nuestro humedal movilizando a la gente. Habríamos podido decir: ya, quedó la embarrada, pero ahora vamos a recuperar el humedal. Cómo no va a ser eso un aporte a una forma distinta de hacer política, de construir democráticamente, de acuerdo a convicciones. Pero se lo farrearon, se farrearon a esas miles de personas que estaban dispuestas a mucho. Ahí claro, se genera desencanto, apatía. La gente se pregunta, ¿participar para qué?

Parece entonces que el tema de fondo no es la muerte de los cisnes sino el futuro de la democracia.

-Claro y uno lo ve en varios temas, como la píldora del día después... Ahora yo igual confío que, aunque no logramos lo que queríamos, mucha gente vio que desde la ciudadanía, se pueden lograr cosas grandes, si se hace con convicción y coherencia. Porque hubo un punto en que el gobierno estuvo a milímetros de cerrar la planta y eso lo reconoció en una entrevista Eduardo Dockendorff (ex ministro de Lagos). Y esa decisión que era técnica, porque la empresa estaba descargando compuestos que no había declarado, se revirtió cuando entran en escena los trabajadores de Celco, reclamando por sus puestos de trabajo.

Esa escena en el documental es fuerte: los madereros con sus motosierras en la calle... ¿Qué efecto tuvo eso?

-Yo creo que ese es el momento más complejo, porque ahí el tema se nos escapa de las manos y Lagos ordena que la planta siga funcionando y es por eso que le dan un permisos que es ilegal y es el que sigue vigente hasta ahora.

Lo que se plantea en ese momento es que hay que decidir entre cisnes y desarrollo ¿Te parece que esa es la disyuntiva?

-Pienso que si esa es la discusión, hay que tomarla en serio y preguntarse qué gana y qué pierde la ciudad con esa empresa ahí. Y los datos te dicen que Celco, que genera utilidades diarias de 300 mil dólares, no es una contribución relevante para la ciudad. Porque ofrece tantos empleos fijos como el turismo fluvial pero contamina y mata. Y en cuanto a los empleos anexos, esos podría haberlos generado una planta ubicada en otra parte. Porque ninguno de nosotros pedía que se acabaran las plantas de celulosa del mundo. El punto es dónde la instalan. Y es una brutalidad poner una mega industria que bote sus desechos aguas arriba de una ciudad de 150 mil habitantes y de un santuario de la naturaleza. No hay otra planta de celulosa en el mundo que haga eso. Entonces no creo que aquí el tema del desarrollo se haya discutido en serio.

Hay un informe reciente de la Universidad de Chile que dice que Celco no tiene que ver en la muerte de los cisnes.

-Ese no es un informe científico, como el de la Universidad Austral. Es una consultoría contratada por CONAF al señor Víctor Marín de la Chile, que no aporta ningún antecedente nuevo porque no incluye mediciones de ningún tipo. Sólo se basa en datos secundarios de temperatura y caudal para sugerir que el luchecillo (del que se alimentaban los cisnes) se habría muerto, no por contaminación, sino por factores climáticos. Pero resulta que el único lugar donde el luchecillo murió y no se ha vuelto a recuperar, es en el Santuario. Además, el Sr. Marín no explica la enorme cantidad de metales pesados como aluminio y manganeso en el agua y en los sedimentos del Santuario. Ni por qué los cisnes y el luchecillo tienen una gran cantidad de esos metales en sus tejidos. Porque da la casualidad que son los mismos compuestos que CELCO sigue descargando hasta hoy. Si el Sr. Marín fuera un científico serio, debiera poner a prueba la mejor explicación disponible que sigue siendo la que propuso la Universidad Austral. Si él fuera capaz de derribar esa hipótesis, que ni CELCO con cientos de millones contratados a Jaksic de la Católica lo pudo lograr, entonces podría darse el lujo de proponer una nueva. Lo que el Sr. Marín hace es confundir y con eso beneficia a CELCO. Tal vez sea lo que le pidió la CONAF...

¿Qué te parece que después del rol que tuvo en esta historia, Lagos haya terminado de Capitán Planeta?

-Ironías de la vida.... Lo más notable que es el hecho que tenga ese cargo, significa que sabe que este tema es importante. En el caso Celco su falta de sensibilidad fue impresionante.

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